lunes, 11 de julio de 2016

Familias centrípetas

Las familias centrípetas se organizan alrededor de un núcleo duro que ejerce una fuerza de atracción tan fuerte que no permite que ningún elemento de la familia se aleje demasiado. Este núcleo duro lo suelen formar los progenitores que, por su incapacidad para gestionar la pareja necesitan "invitados" que les permitan no estar solos.

En el mejor de los casos se pide que uno de los hijos haga de acompañante perpetuo y se sacrifique por la relación de los padres. Este hijo es el que decide no crecer, el que se queda a ejercer de hijo para que los padres no puedan mirarse el uno al otro sin distracciones. Lo cruel de la historia es que lo padres acostumbraban a quejarse de los sacrificios que han tenido que realizar por este hijo, que no han podido disfrutar plenamente la relación de pareja, etc...

En el peor de los casos ninguno de los hijos, y es algo que se dan en familias muy numerosas, puede salir de la dinámica familiar sin pagar el precio de la culpa. Porque la culpa es la emoción que canaliza todas las sinergias de estas familias, o más bien el miedo a la culpa. Uno de los padres es percibido como una figura poderosa, fuerte, con una enorme capacidad de castigo. El otro, no. En muchos casos el otro es percibido como un cero a la izquierda. Alguien prescindible que ha tenido la suerte de casarse con un/a cónyuge tan poderosa.

El problema del miedo a sentir culpa es que en sí mismo este miedo ya es un castigo, y eso hace que no se atrevan a moverse. Si se mueven, si deciden romper la disciplina, generalmente por un pareja con una realidad muy ajena a la de una familia centrípeta, el resto de la familia le criticará. Los padres con rabia, pero también con miedo: ¿Y si los demás se dan cuenta que se puede vivir mejor? El resto de hermanos castigan con rabia, pero también con algo de envidia: Si el puede, ¿por qué no puedo yo?

Es duro romper la disciplina de la una familia centrípeta, pero necesario si te ahoga. Y tampoco es sencillo ayudar a romperla, serás señalado/a como una muy mala influencia.

Pero, si es realmente necesario, vale tanto la pena...

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